Cuento de Navidad: Cuando el cliente no es lo importante
Erase una vez una vendedora de una tienda de mi barrio, María. María era una mujer entrañable, extrovertida y dedicada con pasión a su trabajo. Conocía muy bien a sus clientes y siempre intentaba escucharles para ofrecerles el mejor producto de su tienda.
María era un personaje reconocido en el barrio, todos los clientes tenían muy buena opinión de ella. Honesta, muy trabajadora, siempre sonriente y paciente con las personas que entraban en su casa.
Una de las principales preocupaciones de María era el poder caminar por el barrio con la cabeza bien alta. Con la tranquilidad de ser una persona amada y respetada entre los vecinos. Por eso, y por qué le encantaba su trabajo, siempre buscaba la mejor solución para sus cliente. El cliente para María lo era todo!
Pobre María. Se jubiló un 25 de febrero, se marchó a otra ciudad y nunca más la volvimos a ver por el barrio.
Ese mismo año la tienda se integró en una central de compras y llegó Marta. Joven, dinámica, guapa. Marta no vivía en el mismo barrio, venía del barrio de al lado y volvía a su casa cada día. En el barrio Marta era una desconocida, la mayoría de los vecinos no sabían su nombre. Ella era simplemente “la chica de la tienda”.
Con el pasar del tiempo la central de compras se puso cada vez más estricta con Marta. Empezaron con fijar unos objetivos de ventas y a pagarle unas comisiones en función del objetivo.
Marta se cansó de tanta presión y se fue de la tienda con el mismo ruido con el que había llegado.
Lucía tenía el perfil típico del “Mileurista”. Era su primer trabajo y era tan joven que todavía no le importaba mucho lo que hacía. Lo importante era tener algún “dinerillo” para poder costear algún que otro capricho y poder ser mínimamente autónoma del punto de vista económico.
Lucía se limitaba a hacer su horario de trabajo, atender con cordialidad y respeto a los clientes y aguantar a su jefe de área por los “rollos patateros” de que si las ventas, las cuotas, las promociones y los carteles con los precios en el aparador.
Lucía duró poco, se le acabo el contrato y vino otra Lucía, y luego otra, y otra….
La tienda empezó a ir mal y fue absorbida por una cadena (de hecho ni siquiera recuerdo el nombre). Toni, el responsable de zona se preocupaba de las ventas de todas las tiendas de su área y de seguir las promociones que desde la central le enviaban en todo momento. Allí se firmaban los contratos por volumen con los fabricantes y se decidían los productos que había que vender, ofreciéndolos a un precio más interesante o acompañándolos a veces con regalos y algún que otro gadget.
Ya no era como antes, ya no importaba quien fuese a comprar. Lo único que importaba es que aquellos productos (y no otros) se vendieran lo más rápido posible para dejar el espacio para nuevos productos “en promoción”.
Conocimos a Ana, Yolanda, Esther, Mario, Alberto.. todos llegaban y se iban sin apenas hacer ruido.
Han pasado muchos años desde que se fuera María. Yo ya no soy aquel niño, tengo familia, 2 hijos .. y cada vez que paso por delante de la tienda del barrio me acuerdo de ella, María. De su sonrisa, de su manera de saludar, de cuando pasábamos en estas fechas delante de la tienda y ella, desde dentro, agitaba las manos y chillaba: Feliz navidad!!
Written by Marco Cimino
diciembre 23, 2009 a 2:00 pm
Publicado en 1 desde Barcelona, marketing, reflexiono
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3 respuestas
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Si es lo que añoramos todos, por qué no hay más María’s? Por qué las empresas sólo se dedican a las ventas cortoplacistas y no ven las oportunidades que ofrece una buena relación, una buena comuniación, la conversación entre las personas? Espero y deseo que el 2010 sea un año de evolución, de cambios, donde los social media tendrán un papel muy importante en la forma de comunicarse de las personas… y las empresas. El social media es una nueva oportunidad de que las Ana’s, las Yolanda’s, los Mario’s o los Alberto’s se conviertan en nuevas Maria’s.
¡Feliz Navidad!
Esther Gómez
diciembre 24, 2009 at 5:29 pm
Para nuestra desgracia 2009 ha hecho que muchas Mari@s desaparezcan y ahora su lugar lo ocupan Lucías, Yolandas, Albertos… y no por jubilación precisamente, pero como los cuentos de Navidad siempre terminan bien, las Mari@s resurgirán cual ave fenix, el resto fracasará y los clientes volverán a disfrutar de las personas de verdad!
Feliz Navidad!
fatimamartinezlopez
diciembre 24, 2009 at 5:55 pm
El artículo me ha tocado el corazón 🙂
Y yo que me pregunto como es posible que tras comprar durante 5 años en la misma tienda y entablar conversación con la tendera no se le haya pasado por la cabeza ni preguntarme el nombre …
Dentro de poco algunas pequeñas tiendas descubrirán un concepto llamado «fidelidad» 🙂
Diego
diciembre 26, 2009 at 6:56 pm